Luego de más de un año y medio sin poder hacer salidas de campo, debido a la pandemia y la cuarentena, el viernes 8 de Octubre salimos a las 7 de la mañana, partiendo de CABA y Zona Norte hacia el noroeste rumbo a la localidad de Vuelta de Obligado.

El objetivo de esta campaña era identificar las cuevas en la zona de Vuelta de Obligado y Ramallo, obtener sus coordenadas, topografiar aquellas que no estuvieran registradas y ver el estado de conservación en que se hallaban. Para ello se aprovechó este momento de importante bajante del Río Paraná que facilitó los recorridos y accesos.

Al llegar a Vuelta de Obligado nos dirigimos a la calle 12 llegando hasta la costa del río. Desde allí partimos hacia el este, bordeando la barranca. Nos sorprendimos al ver nuevos caminos de acceso que no conocíamos y que conducían directamente hacia el paseo histórico y monumento del pueblo. En el trayecto relevamos un alero, María Juana, de escaso desarrollo y la cueva Torito. Finalmente llegamos a la cueva de La Salamanca, la de mayor desarrollo de la zona. El siguiente objetivo era visitar una cueva que se encontraba al este de estas últimas, a la altura del parque histórico, lo que nos llevó a entrar al monumento, allí nos encontramos con el guardaparque Aldo La Micela, ante quien nos presentamos y entablamos un cordial diálogo. Él nos explicó que en la cueva que buscábamos se habían hecho hallazgos paleontológicos recientemente por lo que estaba prohibido el acceso. Esto nos llevó a desistir de visitarla y acordar en el futuro conseguir un permiso para hacerlo. El guardaparque también nos comentó cómo estaba avanzando el proceso de protección del área, la preservación y protección de flora y fauna nativa y la limpieza. Es importante destacar que en muchos lugares vimos acumulaciones de basura que es arrojada desde los asentamientos en la parte alta de la barranca, y que muchos sitios se volvían intransitables por los basurales.

 

 

Luego de un almuerzo frugal continuamos nuestra travesía, esta vez hacia el oeste partiendo desde donde habíamos dejado los vehículos, en la calle 12 y el río. Bordeando la barranca encontramos zonas muy difíciles de transitar, sin embargo pudimos encontrar tres cuevas, abriendo camino con machete, Los Caracoles, que estimamos que es la cueva de los Cráneos, descripta por Jorge González (KARST) en un artículo de 1984, Llovida y Los Murciélagos, esta última se encuentra dentro de un terreno del cual un lugareño nos comunicó que era el propietario. Viendo que ya no podíamos avanzar volvimos a los vehículos y nos dirigimos por un camino interno a la localidad de Ramallo, donde establecimos la base de la campaña e hicimos un buen asado, nada mejor como cierre del primer día de campaña. El balance del día había sido positivo, sólo quedó sin encontrar la cueva del “Pescador”.

 

Al día siguiente nuestro interés estaba en las costas de Ramallo. Partimos luego de desayunar temprano hacia la zona del astillero Martins, buscando algún camino alternativo para ingresar a la reserva, contábamos con un dato respecto de una cueva registrada como “Los Lechuzones”, mencionada en un artículo por Voglino y Lipps en 2003, pero de la cual no teníamos una ubicación certera. Dejamos los autos frente al astillero, cerca de la costa, ya en 2018 se había hecho un intento de acceso por ese punto, pero sin éxito, esta vez, cambiando un poco la estrategia, e intentando seguir la barranca hacia el este, aguas abajo. En esa zona la barranca no se encuentra bien definida, se pierde en una pendiente hacia la costa del río cubierta por una vegetación espesa. Por fortuna nos encontramos con Leonardo Santoro, avistador de aves, miembro de la ONG Unidos por la Vida y el Medio Ambiente y conocedor de la zona. Al contarle de nuestra búsqueda nos dijo que sabía de una cueva grande aguas abajo, a unos 3 km aproximadamente, que él llamó “Cueva del Tigre”, y pudo darnos una ubicación aproximada en una imagen satelital, esta cueva se encontraba cubierta por vegetación y no podía ser vista desde la costa. También nos mencionó dos aleros ubicados antes de esta cueva grande que sí podían verse desde la costa. Luego de despedirnos de él emprendimos el camino hacia el sector que nos marcara. La caminata comenzó con un trayecto hacia la vera del río, donde el suelo estaba compuesto por arcilla mojada y muy resbalosa que se adhería a nuestras botas, por momentos algunas salientes vegetadas y de márgenes abruptos no nos permitían seguir por allí y debíamos alejarnos de la costa para poder avanzar, adentrándonos en la espesa vegetación que por momentos parecía imposible de atravesar. Pasado el mediodía, y habiendo tenido que realizar un rodeo considerable, pudimos bajar a la zona de la barranca donde debía encontrarse la “Cueva del Tigre”, ayudándonos con una cuerda, ahora nuestro camino continuaba aguas arriba. Fue grato encontrar dos pequeños aleros que llamamos “Árbol Partido” y “Clavel del Aire” (debido a la abundancia de estas flores en la zona), un pequeño aliciente tras nuestra ardua travesía. 

 

Decidimos seguir adelante, siguiendo el pie de la barranca y todavía ilusionados con la posibilidad de encontrar una cueva que cubriera nuestras expectativas exploradoras, la cueva grande de la que nos había hablado el hombre en la mañana. Casi a las tres menos cuarto de la tarde nos embargó la felicidad al encontrar la boca de la cueva, tal como la había descrito Leonardo, se extendía unos 25 m en profundidad y continuaba en un conducto casi a 90° de 8 m hacia el oeste y con dos pequeños conductos que conectaban a una cámara reducida a la derecha de la galería principal. Por su forma y disposición de galerías no era otra que la cueva “Los Lechuzones”, mencionada por Voglino y Lipps. Allí nos quedamos, recorriendo, topografiando y observando cada detalle de la cueva, y descansando un poco, sabíamos que teníamos más de 4 km de camino de regreso hacia los vehículos en el astillero Martins. El camino de retorno se hizo ameno y, a pesar del cansancio, mucho más rápido ya que conocíamos la senda.

Exhaustos, volvimos a nuestra base al caer la tarde, donde cocinamos pollo al disco para celebrar la travesía del día y el hallazgo de la cueva.

Esa noche dormimos allí, sedados por el agotamiento y las emociones del día, partimos el domingo por la mañana, de vuelta a nuestros hogares, de vuelta a las rutinas, esperando nuevas oportunidades de explorar, conocer y estudiar las maravillas de la naturaleza que tanto nos apasionan.

Mariana Paparas

 

 

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